Libertad

miércoles, 15 de abril de 2009








L
a libertad es uno de los principales valores que sin tener perfectamente claro su significado, ansiamos continuamente. Queremos más y más sin saber exactamente cual es su límite, el cual para comprenderlo es necesario tener en claro el significado del la concepción de "libertad".
Sin embargo, es muy difícil formular un concepto universal y absoluto. Cada individuo seguramente va a saber adaptarlo a su medida, en relación a su estado social, económico, emocional, religioso, etc. Por ejemplo, podríamos basarnos en el ámbito legal de un sistema "democrático" y obtendríamos una definición... pero dentro de ESE marco.
Biológicamente hablando, si virtualmente nos trasladáramos a la prehistoria donde "teóricamente" no existía en las sociedades un orden político institucionalizado, ¿en ese contexto, como se definiría la libertad de un individuo, así como los límites que alcanzara dicha libertad?
Veamos, comencemos con un animal. Existen innumerables especies, y si bien dentro de las grandes diversificaciones y/o clasificaciones (sea mamíferos, reptiles, aves, etc) se identifican patrones comunes, cada una posee su particularidad. Ahora bien, primeramente, no se me ocurre comparar, o tomar como referencia a una especie de reptiles para comprender nuestro comportamiento biológico. Aunque no conociera (supongo) la teoría de la evolución de especies de Darwin, tomaría para este ejemplo a alguna especie de simio. A lo que este básico ejercicio respecta, admito estar limitado a los pocos conocimientos que poseo sobre el mundo animal y su interacciones, aunque por su simplicidad creo que van a cumplir un papel válido los documentales alguna vez vistos.
Muchos estudios comprobaron que los simios poseen capacidades y consecuentemente comportamientos similares al del ser humano, sin destacar un parámetro que causa atención en cualquiera de nosotros, que es su homónida fisonomía. De hecho me da a pensar (aunque seguramente existan numerosos estudios que apoyen o refuten esta teoría), que la fisonomía del animal es y fue un factor determinante en su evolución (en el sentido de transformación) intelectual.
Pero el motivo por el cual cité a estas criaturas, era el de encontrar algún parámetro biológico que podamos tomar del mundo natural como referencia para comprender cual es nuestra libertad naturalmente otorgada, aunque en un principio suene paradójico esta unión entre naturaleza y libertad, el cual es un término meramente cultural. Los primates se organizan socialmente de diferentes maneras dependiendo la especie. En algunas, las hembras son las que mantienen el control de la manada, siendo los machos expulsados luego de la copulación. En otros casos existe un macho dominante, el cual impone su poder mediante la violencia, sometiendo a los demás machos y tomando posesión de todas las hembras. Hay también relaciones en donde la hembra posee relaciones con más de un macho. Como vemos, dentro del marco natural, no existe una sola manera de manifestación de los vínculos sociales, aún en el caso de estos seres, los cuales se consideran in-culturales. Entonces, rapidamente al retornar a la definicion de libertad, encontramos un rechazo a estos aspectos sociales de los simios. ¿Acaso aceptamos la opresión de un macho o una hembra por sobre los otros animales, ejerciendo además un control sobre los territorios? Dentro de nuestro marco cultural, estas posiciones, en un primer momento, son rechazadas.

Bien, entonces básandonos en este primer reflejo, y permitiéndonos un salto creativo dentro del marco cultural del ser humano, podríamos decir que la libertad es la no-imposición, la no-opresión por parte de OTRO ser humano. Consideramos estas premisas porque ese OTRO tiene la misma capacidad de llegar a este pensamiento, pero no nos sucede lo mismo al relacionar la no-imposición entre el mundo natural y el hombre. En este sentido, no somos "libres" de los factores climatológicos impuestos por la naturaleza, por ejemplo, que condicionan y moldean nuestro campo de manifestación. Es decir que nuestra libertad se manifiesta dentro del marco de la naturaleza, y no sobre él.
La tradicional frase "la libertad de uno termina donde comienza la del otro", nunca se aplicó, nunca existió. Nuestra libertad no debe restringir la de otro ser humano.
Todo ser humano posee el derecho de tomar de la naturaleza lo que le sea necesario para satisfacer sus necesidades básicas: alimentación, abrigo, reproducción, subsistencia.
Pero aquí surge un atentado a mi construcción de libertad: no todos los hombres tienen el mismo acceso a los recursos de la naturaleza para satisfacer sus necesidades, ni en cantidad ni en calidad. Resultó que un grupo de seres de la misma especie, se atribuyó el derecho absoluto y unipersonal por sobre el resto de los seres iguales de su sociedad y de su especie toda, de acceder a los recursos de la naturaleza. De esta manera entonces, y en solo un segundo la libertad de cada individuo se esfumó. Se rompió el principio fundamental. Ningún humano se impondrá sobre otro...

Todo este planteo se presentó ante mí a partir de una pregunta: "el que en su mente reinan ideas antagónicas a las mías... ¿acaso tiene tanta razón como yo creo tenerla? la pregunta incomoda, y parece ser a la vez eterna. ¿No existirá una manera de construir esas ideas a partir de principios humanos fundamentales y comunes a nivel especie?

Hoy vivimos traicionados por una tendencia relativizadora, ciega a cualquier valor fundamental. Pero lo que no notamos es que esas "unidades relativizadoras" que comprendemos pueden atacarse cuando forman parte de un TODO (humanindad). Porque esa relatividad convive con otras, y deben de encontrar un equilibrio, el cual es muy diferente al falso equilibrio que nos enseñaron a respetar, en donde siempre existirán los ricos y los pobres, los opresores y los oprimidos, como una suerte de carga equivalentes dispuestas en los platos de una balanza que siempre se mantiene equilibrada.
Ese equilibrio debe basarse en las libertades humanas. Mientras que no se elimine la deficiencia cultural que perpertuan hoy un pequeño grupo de hombres, de atribuirse el derecho unipersonal (lo repito) sobre la naturaleza; mientras que no se devuelva la posibilidad de acceder a estos recursos de manera equitativa a todos los seres humanos, el mundo no podrá ser justo, y mucho menos libre.

El primer paso es rechazar la convicción de que esto es "utópico", imposible o naturalmente incorrecto.
¿Acaso nunca vamos a poder transformarnos en un ser superior? ¿La inmensidad de la naturaleza no es suficiente para todos? ¿Nuestra tecnología no es lo suficientemente desarrollada para optimizar aún más esa inmensidad de manera inteligente, eficiente y sin dañar el medio?

Aún si nos juntáramos todos los seres humanos de este planeta en un mismo epicentro geográfico, nos daríamos cuenta que somos un ínfimo accidente ante la inmensidad de la naturaleza. Sólo nuestras creaciones fueron capaces de alterarla a niveles críticos. Creaciones sorprendentes, a veces casi místicas ante nuestra comprensión, la cual camina siempre muchos pasos detrás que las creaciones mismas.

Para terminar la idea, propongo unas preguntas, y que el final del texto lo produzca cada uno de uds:

Pero esas creaciones desestabilizadoras del orden natural... ¿Con qué objeto fueron creadas? ¿Se construyeron acaso como solidificadoras del orden de libertad del hombre? ¿O mejor dicho funcional a un orden esclavista del ser humano?
¿En qué momento fue que traspasamos nuestro límite de libertad? ¿O acaso vamos a seguir creyendo que libertad es que no existen límites individuales??





El contrato.

jueves, 19 de marzo de 2009


El siguiente no es algo de mi autoría. De hecho lo escribimos todos día a día, con el lápiz de la indiferencia.

Si llegas al final, es porque todavía hay esperanzas y ganas de cambiar.



M
uy poco importan nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema establecido en nuestro mundo reposa libremente sobre una especie de contrato tácito aprobado por cada uno de nosotros. Lo firmas cada mañana al simplemente no hacer nada.

1. Acepto la competencia como base de nuestro sistema, aunque sea conciente de que su funcionamiento engendra frustración y miseria para la inmensa mayoría de los perdedores.

2. Acepto que me humillen o me exploten con la condición de que se me permita humillar o explotar al que ocupa un lugar inferior en la pirámide social.

3. Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los débiles, porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites.

4. Acepto remunerar a los bancos para que inviertan mi salario a su conveniencia y no recibir ningún dividendo de sus enormes ganancias, que servirán para desvalijar países pobres, hecho que acepto implícitamente. Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme dinero que no es otro que el del resto de los clientes.

5. Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida para que la Bolsa de Valores no se derrumbe, en lugar de ofrecérsela a los necesitados y evitar que centenares de miles de personas mueran de hambre cada año.

6. Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida rápidamente. En cambio, tolero que se haga lentamente, inhalando e ingiriendo sustancias tóxicas autorizadas por los gobiernos.

7. Acepto que se haga la guerra para así hacer la paz. Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los gobiernos sea el de Defensa. Acepto entonces, que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del stock de armas y alimentar así a la economía mundial.

8. Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía aunque sea una energía costosa y contaminante, y estoy de acuerdo en impedir todo intento de sustitución si se develara que hemos descubierto un medio gratuito e ilimitado de producir energía, lo cual sería nuestra perdición.

9. Acepto que se condene al asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.

10 Acepto que se divida la opinión pública creando partidos de derecha y de izquierda que se dedicarán a pelearse entre ellos haciéndome creer que tengo libertad de elección y que el sistema progresa. Además acepto todas las divisiones posibles con tal que me permitan dirigir mi miseria hacia los enemigos designados cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.

11. Acepto que el poder de moldear la opinión pública, antes ostentado por las religiones, hoy se encuentre en manos de hombres de negocios no elegidos democráticamente que son totalmente libres de controlar los estados porque estoy convencido del buen uso que harán con él.

12. Acepto que la felicidad se reduce a la comodidad, al amor, al sexo y a la libertad para satisfacer todos mis deseos porque eso es lo que me repite la publicidad cada día. Cuanto más infeliz sea, más consumiré. Cumpliré mi papel contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.

13. Acepto que el valor de una persona se mida según su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función a su productividad y no de sus cualidades, y que sea excluido del sistema cuando no es lo suficientemente productivo.

14. Acepto que se recompense generosamente a jugadores de fútbol y a actores, y mucho menos a profesores y médicos encargados de la educación y la salud de las futuras generaciones porque se que una sociedad entretenida es menos peligrosa a una pensante.

15. Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya experiencia podría sernos útil, pues como somos la civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo), sabemos bien que la experiencia no se comparte ni se transmite.

16. Acepto que se me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos los días para que aprecie hasta que punto nuestra situación es normal y cuanta suerte tengo de vivir en donde vivo. Sé que mantener el miedo en mi espíritu sólo puede ser beneficioso para mí.

17. Acepto que los industriales, militares y políticos, se reúnan regularmente para tomar, sin consultarnos, decisiones que comprometen el porvenir de la vida y del planeta.

18. Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que se me avise explícitamente. Acepto que el cultivo de OGMs (Organismos Genéticamente Modificados) se propague por todo el mundo, permitiendo así a las multinacionales agroalimentarias patentar seres vivos, amasar enormes ganancias, y tener bajo su pulgar a la agricultura mundial.

19. Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que quieren armarse y combatir, y que así elijan los que harán la guerra y los que no. Soy conciente de que es mejor financiar a los dos bandos de la misma guerra para estar seguro de ganar dinero, y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible para poder arrebatar completamente sus recursos si no pueden rembolsar sus préstamos.

20. Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales de los países más avanzados en los países desfavorecidos, considerando que ya es una suerte para ellos que los hagan trabajar. Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en estos países que permiten hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y precarias. En nombre de los derechos humanos y del ciudadano, no tenemos derecho a meternos.

21. Acepto que los políticos pueden ser de honestidad dudosa y tal vez incluso corruptos. Además creo que es normal en vista a la presión que sufren. Para el resto, en cambio, es preferible la tolerancia cero.

22. Acepto que los laboratorios farmacéuticos e industrias agroalimentarias vendan en los países desfavorecidos productos caducados o utilicen sustancias cancerígenas prohibidas en la mayoría de los países desarrollados.

23. Acepto que el resto del planeta, es decir cuatro mil millones de individuos, pueda pensar de otro modo a condición de que no vengan a expresar sus creencias en nuestra casa y aún menos a intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas primitivas.

24. Acepto que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de conciencia y lenguaje, ciertamente no es para escapar de esta dualidad, sino para justificar porque actuamos de ese modo.

25. Acepto considerar nuestro pasado como una sucesión ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas y de voluntades hegemónicas, pero sé que hoy todo esto ya no existe porque estamos en la cumbre de la civilización y las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para todos los pueblos, como escuchamos sin cesar en nuestros discursos políticos.

26. Acepto sin discutir y considero como verdad todas las teorías propuestas para explicar los misterios de nuestros orígenes y acepto que la naturaleza haya dedicado millones de años a crear un ser humano cuyo único pasatiempo es la destrucción instantánea de su propia especie y del resto.

27. Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como realización de la vida humana.

28. Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces de nuestros ríos y océanos. Acepto el aumento de la contaminación industrial y la dispersión de venenos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza. Acepto la utilización de toda clase de aditivos químicos en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden es porque son útiles e inocuos.

29. Acepto el dinero impreso arbitrariamente sin ningún tipo de respaldo, cómo la única manera de lidiar con la escasez aunque nos encontremos en la era de la tecnología y ya no represente un verdadero problema. Acepto la guerra económica que castiga brutalmente al planeta aunque sienta que nos lleva a una catástrofe sin precedentes.

30. Acepto esta situación, y admito que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.

31. Acepto ser tratado como ganado porque definitivamente pienso que no valgo más. Acepto que la gente obtenga lo que merece y no lo que necesita.

32 Acepto no plantear ninguna cuestión, cerrar los ojos a todo esto y no formular ninguna oposición verdadera porque estoy demasiado ocupado con mi vida y mis preocupaciones. Acepto incluso defender a muerte este contrato si me lo piden.

33. Acepto, entonces, con toda mi alma y conciencia de manera definitiva este triste zeitgeist que ponen delante de mis ojos para evitar que vea la realidad de las cosas. Sé que todos ustedes actúan por mi bien y por el de todos, y por ello les doy las gracias.

Anónimo. Fuente: Algún lugar de la web, que poco importa.

¿Por qué sigue lloviendo... bombas?

martes, 13 de enero de 2009


(...) Cuando aparecieron las grandes máquinas, se pensó, lógicamente, que cada vez haría menos falta la servidumbre del trabajo y que esto contribuiría en gran medida a suprimir las desigualdades en la condición humana. Si las máquinas eran empleadas deliberadamente con esa finalidad, entonces el hambre, la suciedad, el analfabetismo, las enfermedades y el cansancio serían necesariamente eliminados al cabo de de unas cuantas generaciones. Y, en realidad, sin ser empleada con esa finalidad, sino sólo por un proceso automático -produciendo riqueza que no había mas remedio que distribuir-, la máquina elevo efectivamente el nivel de vida de las gentes que vivían a mediados de siglo. Estas gentes vivían muchísimo mejor que las de fines del siglo XIX. Pero también resultó claro que un aumento de bienestar tan extraordinario amenaza con la destrucción - era ya, en sí mismo, la destrucción- de una sociedad jerárquica. En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizás un aeroplano, habría desaparecido la forma más obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque que si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por sí mismos; y si empezaban a reflexionar se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabaría barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible en la ignorancia y en la pobreza. Regresar al pasado agrícola - como querían algunos pensadores de principio de este siglo- no era una solución práctica, puesto que estaría en contra de la tendencia a la mecanización, que se había hecho casi instintiva en el mundo entero, y, además cualquier país que permaneciera atrasado industrialmente sería inútil en un sentido militar y caería antes o después bajo el dominio de un enemigo bien armado. Tampoco era una buena solución mantener la pobreza de las masas restringiendo la producción. Esto se practicó en gran medida entre 1920 y 1940. Muchos países dejaron que su economía se anquilosara. Se renovaban el material indispensable para la buena marcha de las industrias, quedaban sin cultivar las tierras, y grandes masas de población, sin tener en que trabajar, vivían de la caridad del Estado. Pero también esto implicaba una debilidad mental, y como las privaciones que inflingían eran innecesarias, despertaba inevitablemente una gran oposición. El problema era mantener en marcha las ruedas de la industria sin aumentar la riqueza real del mundo. Los bienes habrían de ser producidos pero no distribuidos. Y, en la práctica, la única manera de lograr esto era la guerra continua. El acto esencial de la guerra es la producción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo. La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y , con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes. Aunque las armas no se destruyeran, su fabricación no deja de ser un método conveniente de gastar trabajo sin producir nada que pueda ser consumido (...)

Fragmento, "1984" (1949) George Orwell.

"¿Cuánto cuesta la vida del ser humano?", preguntó el entrevistador. El joven mexicano de aproximadamente 25 años, inteligentemente y sin vacilar le respondió: "y.. en realidad depende, no cuesta lo mismo una vida humana mexicana, africana... por ejemplo, en el Líbano: cuando cae un misil y mata a varios niños, su vida pasa a costar lo que cuesta el misil dividido la cantidad de niños muertos... eso es lo que cuestan esas vidas humanas". Esta es la manera en que algunos perciben el mundo, como lo muestra el documental mexicano "Y tu cuanto cuestas?". Algo no anda bien. En el 2008 se gastaron 850.000 millones de euros (declarados...) en armamento militar, unas 190 veces más de lo necesario para terminar con el hambre en el mundo. En el primer lugar de la lista se ubica Estados Unid... Se dieron cuenta de algo? Estamos tan bien adiestrados a consumir estas noticias, que lo leemos con el mismo interés y atención que cuando pasan los números del Loto en Crónica. CIENTO NOVENTA VECES lo NECESARIO para TERMINAR CON EL HAMBRE mundial. Entonces a partir de esto uno se pregunta: ¿pero cual es el fin de las guerras?. Seguramente, y para no herir el honor de los millones de guerreros que derramaron su sangre por su digna causa a lo largo de la historia, podemos decir que la guerra no fue siempre igual. No sólo en su manera de realizarse, ya que eso es realmente lo de menor importancia y tan sólo colabora en la facilidad de matar más gente de un sólo ataque, sino en los fines de la misma. Desde la ficción imaginada por Orwell en "1984", el protagonista Winston, lee clandestinamente el libro prohibido del enemigo político del partido: Emmanuel Goldstein. En él los secretos mejor guardados del mundo salen a la luz, y nos llega a nosotros como un reflejo en el tiempo, como una proyección profetizadora, y es la mejor interpretación de lo que sucede en nuestro mundo de hoy. La visión Maquiaveliana del Estado, en donde la fortaleza del mismo se basa en la fortaleza militar, sigue vigente. El cóctel del accionar imperial se complejiza y requiera sincronía en sus movimientos: un gran (y costoso) ejército, tecnología militar, recursos para financiarla (petróleo y drogas), Estados debilitados económica, política y socialmente (como el nuestro por ej), y, por supuesto vigorosos jóvenes insensibilizados que permanecen, sin saberlo, como ejércitos de reserva. Todo se entremezcla de manera confusa: en las grandes corporaciones económicas resuenan los mismos nombres, las mismas "castas" familiares de siempre. Personajes de representación ciudadana¿? partícipes a su vez de negocios billonarios: pétroleras, armamentistas, medicamentos, y en la clandestinidad, drogas y más armamento. Claro que no es casualidad. La hoguera del trabajo humano sigue funcionando, sigue ganando adeptos. Si no bastaban las vidas de los niños muertos por inanición en África, Oriente y Latinoamérica, tenemos también los cuerpos desgarrados por las bombas racimo en el Líbano, las vidas mutiladas por siempre, física y mentalmente. El mundo espectador, mira: algunos aplauden otros silban, pero todos miran. El poder del grito popular, de la más profunda conciencia colectiva humana, es un grito sordo. Los muros del poder parecería no hacer efectiva semejante onda de energía. Y las bombas siguen lloviendo, como gotas que dejan charcos rojos. El trabajo que todos los días realizamos termina hoy, en forma de proyectil en otro cuerpo humano, mientras no entendemos como y porqué tenemos hambre y vivimos infelices. Pero como bien "dijo" el ficticio revolucionario Goldstein: la pobreza imbeciliza y la sociedad jerárquica requiere que no entendamos cual es su naturaleza, o yo diría nuestra libertad. El balance que hoy arroja la globalización es alentador... para los globalizadores. Ya no existen Estados soberanos, los medios masivos continúan cumpliendo su rol funcional, los jovénes cada vez se abstraen más de la realidad mientras que se inmersan más en los mundos irreales de la red, los juegos y las drogas; las sociedades se van preparando, unificando su cultura globalmente; los recursos naturales propiedad de nadie, y de toda la humanidad, siguen repartiéndose como cuotas de poder infinito en unas pocas manos, de seres sin forma humanoide. Lo individual le ha ganado la batalla a lo colectivo, la indiferencia al interés, la estupidez a lo racional, la desigualdad a la libertad, la guerra a la paz. Sólo queda que la realidad sea tan alterada, tan extrapolada, que nuestras palabras y pensamientos se comploten para que creamos lo que los habitantes del continente descrito en "1984", habían sidos inducidos a creer:

"LA GUERRA ES LA PAZ"*,
"LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD"
"LA IGNORANCIA ES LA FUERZA"

,se enunciaban como la verdad absoluta, tan absoluta como decir (afortunadamente, "todavía hoy") que 2+2=4.

* Para corroborar:
"Sólo quiero que sepan que cuando hablamos de guerra, en realidad estamos hablando de paz" George W. Bush (Washington, 18 de junio de 2002). Fuente.